31/7/19

MONTES DE BAIONA

Aprovechando la tarde soleada aunque fresquita decidimos visitar en moto los montes aledaños a Baiona. En toda la franja litoral  hasta llegar a Baiona hay mucho tráfico y especialmente en periodo estival debido a la presencia masiva de turistas y visitantes.

Baiona ostenta el privilegio de ser la primera población del Viejo Mundo en conocer la existencia de América debido a que fué ahí donde arribó la Carabela La Pinta capitaneada por Martín Alonso Pinzón el día 1 de marzo de 1493 para dar a conocer el descubrimiento.

En la gasolinera situada en la entrada de Baiona tomamos el desvío a la izquierda para enlazar con la empinada carretera que tras rebasar Baiña asciende hacia los montes de A Grova. Así dejamos las aglomeraciones para circular entre pastos y pinares, donde muy pronto encontramos los primeros caballos salvajes, muy comunes en esta zona. La carretera tiene buen firme y es una gozada transitar con tranquilidad por esta zona tan próxima y a la vez tan bella.

En la zona de O Cortelliño hacemos una parada que es obligatoria por las vistas que nos ofrece de la desenvocadura de la Ría de Vigo. Observamos en primer plano la península fortificada donde se asienta uno de los Paradores de Turismo más bonitos de este país, el Parador de Monte Real.

En segundo término se divisan los islotes de Las Estelas y como fondo tenemos las Islas Cíes ( Monte Agudo, O Faro y San Martiño). Las dos primeras unidas por un largo arenal, la Playa de Rodas) que, con la Isla de Ons (al fondo y apenas visible) conforman el Parque Natural Marítimo Terrestre de las Islas Atlánticas.

Desde este mismo emplazamiento y mirando hacia la derecha se halla la Playa de Ladeira y Playa América en segundo plano, con su característica forma de concha y unida por un estrecho istmo al Monte Lourido. Detras está la desenvocadura de la Ría de Vigo nuevamente.

Ascendemos hasta la cima de O Cortelliño y en esta zona abundan las vacas, que igual que los caballos pasan todo el año en la montaña. Desde este punto iremos observando como ambas especies comparten los pastos que a estas alturas del verano son ya escasos.

Rebasamos la pequeña pero encantadora aldea de Torroña y tomamos el desvio a la derecha que nos conduce nuevamente hacia el Océano Atlántico. Descendemos hacia Oia, un pueblo tranquilo y precioso, sacudido durante el invierno por fuertes temporales.

Encima del muro del malecón de Oia está el Monasterio cisterciense fundado en el Siglo XII, que a pesar de haber sido declarado Bien de Interés Cultural en el año 1931, nunca ha sido objeto de unas muy necesarias obras de conservación.

Actualemnte este hermoso Monasterio pertenece a una empresa privada y se halla pendiente de obtener las licencias y permisos necesarios para su transformación en un hotel.

Las algas que deposita el océano en el pequeño arenal situado debajo del característico muro son recogidas diariamente por vecinos de la zona para su uso en la industria farmacéutica, aunque se vienen usando tradicionalmente como un preciado abono para los pequeños huertos.

Con tan bellas vistas y una cerveza, ponemos colofón a un bonito paseo por los paisajes de Baiona y Oia.

Hasta pronto.

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