23/8/10

Luarca

El Faro, la hermita y el cementerio
Inexpugnable Club Náutico de Luarca





Antes de dejar definitivamente Asturias decidimos por unanimidad desviarnos a la derecha para visitar Luarca, villa marinera por excelencia, vinculada antiguamente a la pesca de la ballena y vigilada permanentemente desde una elevada atalaya por tres centinelas de blancura resplandeciente: el faro, la hermita y el cementerio, donde descansan los restos del Premio Nóbel Severo Ochoa, vecino ilustre de la villa.

Alcanzamos a pie en un plis-plas ese mirador privilegiado ascendiendo por la pronunciada rampa. Después de haber recorrido la Ruta del Cares nada nos intimida ya. Las vistas sobre el Cantábrico desde este punto son espectaculares, además, las frecuentes brumas que tanto se prodigan aquí, hoy nos dan una tregua que nos permite admirar hasta donde abarca la vista.

Ya de regreso en el paseo marítimo encontramos alineadas varias motos. Un caballero que sobrepasa holgadamente los sesenta años observa goloso el soberbio aspecto de una Triumph Rocket III Touring, saca una cámara del bolsillo y le hace una foto. Basta una mirada cómplice para que intercambiemos loas sobre la belleza de esa fantástica rutera, tocados ambos por el mismo virus que se propaga a través de dos ruedas por las venas del asfalto.

Para comer nos aconsejan el Restaurante Báltico situado en el paseo marítimo y ciertamente el consejo es adecuado, por ello queda aquí reseñado: menú muy aceptable a precio contenido. Vladi se encarga de hacer funcionar el curioso escanciador eléctrico de sidra, tecnología punta. Después de dos botellitas con las que acompañamos la comida, evaluamos satisfactoriamente el invento y tomamos dirección hacia Vigo. Así concluye otra más de nuestras escapadas que recordaremos mucho tiempo.

















1 comentario:

M.Eugenia dijo...

Qu eencanto tienen estas villas marineras.
Saludos