Nuestro última visita antes de emprender el viaje de regreso consistía en cruzar el río y visitar una de las numerosas bodegas en Vila Nova de Gaia.
Todas las bodegas mantienen su actividad y en ellas envejecen los excelentes vinos que ahora ya no llegan en rabelo a las rampas de granito del margen izquierdo del Douro.
Son enormes camiones con cisternas de acero inoxidable los encargados de transportar el preciado vino hasta estas bodegas para una vez allí someterlos a los complejos tratamientos que le confieren merecido prestigio desde hace siglos.
Cuando los ingleses intentaban transportar el vino a Gran Bretaña se les avinagraba en el viaje. Por ese motivo empezaron a detener el proceso de fermentación incorporándole alcohol. De este modo, el vino conserva el azúcar y color característico.
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